No es usual que nuestro Centro exhiba de forma individual la obra de un niño. Por lo general, los pequeños artistas se nutren de lo que ven y experimentan a la manera de un juego. Sin embargo, Simón, de 9 años, es un caso excepcional; sus padres son artistas y se nota. Ellos lo estimulan y lo guían para que siga haciendo lo más le gusta: crear. Y más que el trabajo con los materiales, lo que motiva a este niño es el proceso de creación que se desarrolla en su cabeza y que luego dibuja a través de una tablet. Tiene plena libertad para hacerlo, no obstante, a su corta edad, ya es posible distinguir una mano y una paleta de colores. Ya hay un sello, una impronta que unifica su trabajo.
Lo que vemos es la visión espontánea de un niño con respecto al mundo que lo rodea, especialmente la naturaleza. Entonces aparecen animales, paisajes, agua, tierra y vegetación, un universo propio donde las proporciones se tensan y los colores exceden la realidad. Es creatividad en estado puro, sin contaminación ni límites. Ojalá todos permaneciéramos igual.
“Me tomó cuatro años pintar como Rafael, pero me llevó toda una vida aprender a dibujar como un niño”. Pablo Picasso