Arquitecta de formación, la autora traslada a la tela la esencia de diversos objetos encontrados en la calle y galpones del barrio Franklin. Se trata de pequeñas figuras de porcelana que durante gran parte del siglo XX habitaron hogares de todo el mundo. Estas figuras recrean personas –adultos y niños- en distintas poses y actitudes y, según el planteamiento creativo de Medina, de alguna manera cargan con las situaciones vividas en cada espacio que habitaron. Así, un inocente niño de porcelana, puede transformarse en un agente de expresividad y emoción. Todo depende de la historia del espectador. Finalmente, la vida está hecha de luces y sombras, lo que queda clarísimo en el delicado trabajo pictórico de esta arquitecta y artista.