Como el gran Roberto Matta, los artistas tienen la capacidad de crear mundos, de dar origen a formas, colores y lenguajes desconocidos hasta entonces. De instalar ante nuestros ojos un imaginario nuevo que nos lleva cuestionar nuestra propia percepción de la realidad. Tal es el caso de este autor, que recluido en su casa taller frente al mar, despliega un mundo placentero que transita entre lo orgánico y lo cósmico.
Telas de grandes formatos y una paleta cromática elegante y personal son la base de un trabajo intenso, casi obsesivo, que parece no tener pausa hasta encontrar un estado cercano al Nirvana. De esta forma, la muestra no se contempla desde afuera, sino que se habita y se percibe en 360 grados. Sólo así es posible acceder al mágico mundo propuesto por este artista chileno de vibrante consecuencia.