En esencia, la pintura sigue siendo uno de los más complejos oficios manuales. Más allá de los temas, las modas, o el formato, la pintura se ejecuta en silencio y en solitario, sin más interacción que la mano del autor sobre el soporte escogido. De ello da cuenta la última entrega de este pintor formado en la Universidad Católica, que, ajeno a discursos o estilos pasajeros, se mantiene fiel a la esencia del oficio y realiza su trabajo como su fuera un pintor del siglo XIX.
Milosevic pinta porque hacerlo es una extensión de sí mismo. No se detiene en trabas intelectuales ni disquisiciones filosóficas y si antes nos deleitó con la frescura de sus paisajes, ahora nos permite adentrarnos en la intimidad de sus retratos y desnudos. Una serie de pinturas en pequeño formato que reflejan el dominio técnico del autor y cómo maneja las pinceladas y el color a su antojo, dependiendo de la emoción que nos quiera transmitir.