La autora es una de las figuras más sobresalientes del arte contemporáneo local.  Surgió en escena a mediados de los años 80, luego de una prolongada estadía en Brasil, e inmediatamente llamó la atención de críticos y audiencias. Sus instalaciones se refieren a diferentes problemáticas de la sociedad contemporánea, y más de una vez ha denunciado acciones concretas, como cuando expuso un troley con pasajeros corpóreos pero vacíos y sin cabeza, o como cuando llenó de filtros de aire usados una de las salas del Museo Nacional de Bellas Artes.

Esta vez, la denuncia se transforma en homenaje y despliega un conjunto de obra gráfica en memoria de las víctimas de la tragedia de Antuco. A veinte años del fatal episodio, Vattier pone en escena un verdadero memorial poético que toma como referencia el lugar donde ocurrieron los hechos y que hoy, pese a la lejanía y dificultad de acceso, está convertido en un santuario popular. Es que las 44 víctimas eran hijos y hermanos de muy corta edad, algo que conmueve profundamente a la artista.

Tal como sucede con grandes creadores, un hecho trágico es el punto de partida para una profunda reflexión visual acerca de la condición humana y de lo que el hombre puede hacer en contra de sí mismo. Una muestra para emocionarse y recorrer en silencio.