El empresario y coleccionista Mauricio Jélvez es un admirador de la obra de varios artistas contemporáneos chilenos, y durante años de encuentros y conversación ha generado un vínculo cercano con ellos. Por eso, los invitó a un ejercicio de audacia creativa; a cada uno le entregó una cabeza de fibra de vidrio (todas iguales) y les propuso que la trabajaran como un lienzo en blanco para ejecutar sus propios autorretratos. Es decir, cada uno debía mirarse a sí mismo y transmitir el resultado.
De esta forma, las 21 cabezas que integran la muestra representan 21 individualidades, 21 egos de artistas y 21 maneras de mirar el mundo. Cada una sorprende, algunas por la simpleza con que emprenden la acción y otras por lo enrevesado de la propuesta, que se vale de elementos exógenos para completar el modelo. Para los conocedores de la obra de los 21 artistas resulta un atractivo juego descubrir cuál cabeza es de quién. En ciertos casos la tarea es fácil, pero en otros resulta compleja y equívoca. Por eso son artistas.