Aparte de ceramista, Arrivillaga también es poeta y se nota. Sus obras, ejecutadas en gres y engobe y sin torno, fluyen y se articulan como un texto bien escrito, como una poesía esencial que queda resonando por mucho tiempo. En su trabajo nada es forzado y ninguna pieza es igual a otra. Es decir, no persigue una forma, sino que, como en el lenguaje, aparecen múltiples maneras de combinar las palabras para el decir poético. En esta analogía, la elegante paleta de colores y las texturas que define se articulan como los trazos de tinta sobre la inmaculada hoja de papel.