En tiempos de experimentación y avalancha tecnológica, encontrarse con una artista dedicada a la pintura en su estado más puro, parece casi un hallazgo. Tal es el caso de esta autora oriunda del extremo sur del país. Taulis pinta paisajes, escenas y floreros, sin más afán que buscar la belleza que produce la materia dispuesta sobre el lienzo. Por eso lo hace con una delicadeza –tanto en la ejecución como en lo cromático- que emociona, e incluso, como sucede con toda gran obra, hasta perturba.
Sus formatos son pequeños, íntimos, asibles. Sin embargo, no los trabaja con la rapidez y desparpajo de los viejos impresionistas. Por el contrario, en ellos se detiene con prudencia y completa entrega, sin por ello perder la sutileza, la frescura y la poesía que los impregna.
En su obra se percibe la huella de los grandes maestros, desde la espacialidad de Turner hasta el gesto preciso de nuestro Juan Francisco González. Es que, como ellos, la autora establece un diálogo fecundo con la materia y lo hace con la sensibilidad y humildad necesarias para que sus pinturas, a pesar del formato, se transformen en pequeñas grandes obras.