Al detenerse frente a una fotografía de Zegers, el espectador siente que entra en un estado de quietud, de silencio y suspensión. Es que sus paisajes, trabajados mediante una técnica muy personal, se despliegan como materia pictórica sobre la blanca superficie y se conectan con lo poético y sensorial del lugar. Así, lo que vemos es una imagen esencial, casi abstracta, alejada de cualquier referente concreto. Un instante, una emoción.
Sobre su trabajo, la curadora fotográfica Paz Lira señala: “Onírica es mucho más que una exposición de fotografía; es una travesía poética a través de los paisajes de la mente y el corazón, donde la belleza se revela en cada detalle y la armonía impregna cada rincón del alma. Es una invitación a sumergirse en un mundo de sueños, donde la naturaleza nos susurra sus secretos más profundos y nos envuelve en su eterna serenidad”.