Formada en Buenos Aires y Santiago, y radicada en Chile desde 2003, la artista argentina es una punzante observadora de la condición humana, su tiempo y su entorno. Así, su obra muta de acuerdo a las circunstancias y puede cambiar de materialidad o soporte dependiendo del momento en que la ejecute.
Hoy se vale de la cerámica para alertarnos sobre los convulsionados tiempos que vivimos. Guerras y pandemias resuenan en su cabeza y se transforman en obras mediante la fisonomía de una bomba, aquellos pequeños artefactos inertes que al activarlos pueden causar daños gigantescos e irreversibles. Pero sus bombas no son a la manera realista, sino que están impregnadas de poesía, belleza plástica e ironía. De esta manera, al recorrer la muestra, no sentimos que entramos a un campo minado, sino a un mundo mágico que atrapa y retiene.