El gran pintor impresionista francés Edgar Degas decía que el dibujo es la expresión más directa y espontánea del artista. Una especie de escritura, porque revela, mejor que la pintura, su verdadera personalidad. En esa línea, nuestro Pedro Luna fue un pintor de temperamento y personalidad extrema, de modo que acceder a sus dibujos abre un torrente irrefrenable que evidencia la pasión y el vértigo con que acometía su trabajo.
Famoso por sus empastes y gruesas texturas, el artista de la Generación del 13, demuestra que la base de su obra es el dibujo en su estado más puro. Cientos de estos dibujos se mantienen en las colecciones familiares de dos de sus amigos; Roberto Zegers y Néstor Montecinos y, gracias al trabajo de los investigadores Wenceslao Díaz y Pedro Maino, hoy los podemos apreciar en una exposición de gabinete de extraordinario valor.