Hace algunos años, la artista formada en la Universidad de Chile, sorprendió al medio con una monumental obra expuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes que estaba compuesta por docenas de paneles de abeja. Desde entonces, sus experimentaciones y entregas han girado en torno a la transmutación de la materia, al proceso de descomposición al que se enfrenta cualquier sustancia sometida a cambios ambientales o el paso del tiempo.
Ahora, luego de años de investigación, presenta su obra reciente, consistente en cientos de círculos de resina que registran la metamorfosis en distintos organismos vivos. Dispuestos en el espacio o bien sobre planos suspendidos, cada uno de los círculos representa una unidad diferente de la otra, aunque su origen sea el mismo, y cada uno puede leerse como una obra unitaria, aunque en su conjunto se estructuran como una gran instalación espacial.
Con el apoyo en la puesta en escena del reconocido escenógrafo Ramón López, esta muestra representa un punto de inflexión en la trayectoria de la autora, puesto que –a diferencia de sus anteriores muestras- aquí aparece el color y la geometrización de las formas. Su ideario y rigor sigue siendo el mismo, pero su vasto horizonte se amplía aún más.