La autora es posiblemente la escultora chilena con mayor cantidad de trabajos emplazados en el espacio público. Su obra recorre norte, centro y sur del país y también se encuentra en numerosos edificios corporativos. Cruza infinidad de materiales y tiene un sello característico que transita entre lo figurativo y lo abstracto. Ha expuesto en importantes centros y galerías y ahora llega a Las Condes con una propuesta lúdica y cromática.
Se trata de un conjunto de esculturas en mediano formato elaboradas en placas de fierro y electropintadas con colores brillantes. En ellas se perciben ciertos rasgos cinéticos generados a partir de la repetición de formas. Sin embargo, al contemplarlas adquieren una dimensión orgánica de fuerte presencia, que bien podría asemejarse a un jardín de especies carnívoras en plena floración.