Dispuestas en las dos salas del Centro Artesanal, las pinturas de Cabrera rezuman una cierta nostalgia. Dispuestas en series, relatan cómo el hombre se apropia, modifica y finalmente abandona el espacio natural, creando finalmente un nuevo paisaje. Desde el desierto en el norte, con sus salitreras dormidas, hasta la descontrolada tala de bosques nativos en el sur, la autora pone foco en ciertos elementos que evidencian y denuncian la barbarie.
Sin embargo, su mirada no es a la manera crítica y brutal de los documentalistas, sino que repasa los hechos con sutileza y poesía. Así, de las obras emana una fuerte dosis de quietud, una suerte de tiempo detenido que invita al espectador a compartirlo y hacerlo suyo. En la serie destinada al norte, los ocres, los celestes, las arenas son protagonistas, y en las telas del sur se asoman los verdes intensos y las yuxtaposiciones cromáticas.