Cada vez es menos común el ejercicio de escribir “a mano”. Teléfonos, computadores, tabletas y otros dispositivos traducen, en segundos, el pulso de nuestros dedos al teclado en palabras, reemplazando la letra manuscrita. Sin embargo, para que esto fuera posible existió un paso previo: la máquina de escribir. Este invento supuso una revolución en las oficinas de todo el mundo pues aceleró el trabajo manual y con ello la velocidad de las comunicaciones, de una forma sin precedentes hasta entonces.
La máquina de escribir es una bisagra -valga la analogía mecánica- para lo que vendría posteriormente, sin contar con su valor estético y de diseño. Así lo consideró la familia Weissenberg Guasch, que nos entregó en comodato la colección de máquinas reunida por su abuelo, Harry Weissenberg Stiebel, para su exhibición pública. El conjunto está integrado por máquinas fabricadas entre fines del siglo XIX e inicios del XX, en su gran mayoría en Estados Unidos, algunas de uso masivo u otras más peculiares, como la Junior portátil de 1907, con el teclado más pequeño del mundo.
Proyecto patrocinado por Ley de Donaciones Culturales
Exposición permanente
Biblioteca. Centro Cultural
Entrada liberada con Pase de Movilidad habilitado