Formado en la Universidad de Chile, el autor es fiel representante de la tradición pictórica chilena. Es decir, su propuesta despliega básicamente paisajes urbanos o rurales con una pincelada suelta, espontánea y segura. En esta oportunidad presenta un conjunto que ya fue exhibido en Berlín, ciudad en la que vive de manera alternada. Las obras, ejecutadas con acuarelas y tintas, dan cuenta de la sensibilidad del autor y cómo, con gestos certeros, logra imprimir la esencia de los lugares. Es que, tal como ocurría con los viejos impresionistas, Manríquez sale en busca de la luz y los reflejos. Por eso, puede vérsele en la ciudad, el campo o la playa, cargando su atril y caja de pintura, para volcarse por entero a lo que ven sus ojos.